“Tan
iguales pueden serlo el grano
de
arroz al del frijol, que aunque se comen
juntos en nada se parecen, ni crudos ni
cocidos.”
Carmen
Boullosa
La desigualdad, contra lo que pudiera pensarse, no es uno de los
rasgos característicos de la era contemporánea, pues ha existido desde tiempos
inmemoriales y en todas las sociedades. De hecho podría decirse que es
condición sine qua non de éstas (gobernantes y gobernados, conquistadores y
sojuzgados, ricos y pobres, libres y esclavos, etc.).
Sin embargo, una de las desigualdades que con el transcurso de los años ha redondeado sus aristas bajo el influjo de diversos movimientos
sociales, es la de los sexos, donde las cosas han cambiado radicalmente, por lo
menos desde 1964, año en que Rosario Castellanos pusiera en labios de uno de
los personajes de su novela Rito de Iniciación, la idea de que “En México las
alternativas y las circunstancias de las mujeres son muy limitadas y muy
precisas. La que quiere ser algo más o algo menos que hija, esposa y madre,
puede escoger entre convertirse en una oveja negra o en un chivo expiatorio; en
una piedra de escándalo o de tropiezo; en un objeto de envidia o de irrisión”.
Los grandes avances en el
terreno de lo social que se han registrado de manera vertiginosa a lo largo de
la segunda mitad del siglo XX, han permitido a la mujer liberarse del yugo
masculino para incursionar en los ámbitos más inverosímiles del quehacer
humano. Así, en la actualidad resulta común encontrar personas del sexo femenino
en el desempeño de actividades otrora restringidas a la explotación de los
varones.
Sí, la pugna de la mujer por jugar un papel en la historia –y no un
trapo, como señalara irónicamente el caricaturista Quino-, la ha llevado, entre
otras cosas, a trasladar su campo de acción de la cocina a los cuadriláteros;
de la ignorancia política a la primera magistratura de algunos países y de
empujar un carrito en el supermercado a pilotear las más sofisticadas aeronaves
de combate.
Sin lugar a dudas, uno de los grandes triunfos en la lucha por la
equidad en este nivel es que ya no es necesario ser una Juana de Asbaje para
matricularse en una institución educativa superior; o una Marie Curie para
adentrarse en los arcanos de la ciencia, o una Frida Kahlo para sobesalir en el
arte. Ese capítulo de a historia ya quedó cerrado merced al coraje y arrojo de
otras tantas mujeres que conquistaron esos derechos para sí y para sus
congéneres.
No obstante esos avances, una nube empaña esta hazaña femenina: el
feminismo mal entendido, man encauzado y mal encausado, que ha devenido en
fanatismo debido a la desinformación. Muchas mujeres abrigan la creencia errónea de que ser feminista es
pertenecer a un movimiento en contra de los hombres o, peor aún, una lucha por
colocarse por encima de ellos. Nada hay más falso, pues estas cuestiones sólo
revertirían el estado de cosas en el terreno ideológio, sin cambiarlas.
Sin ánimo de parecer romántico, me atrevo a decir que el movimiento
feminista es más una lucha por la dignificación y reivindicación social de las
mujeres, así como por el recoocimientode sus capacidades y alcances, que una
rebatiña por el poder. Es, o mejor dicho, debería ser, una sumatoria de
esfuerzos para que el mal llamado “sexo débil” sea reconocido no como superior
o mejor que el masculino, porque no se trata aquí de juicios de valor, sino
simplemente como un conglomerado de personas inteligentes y dotadas de una
sensibiidad distinta, cuyo destino no se centra ineluctablemente en la
servidubmbre, así como tampoco la preservación de la especie humana ha sido un
asunto de su exclusiva competencia en la construcción histórica, socioeconómica
y política del país; ni qué decir de servir como ornato dentro del aparador de
cualquier hombre.
Lo anterior puede resultar cuestionable, como toda hipótesis, sin em
bargo, la realidad indica que el feminismo mal entendido y ejercido está
generando una figura que se contrapuntea con el tan aborrecido machismo por las
mujeres, lo que lejos de enaltecer a este mayoritario núcleo de la población,
lo ubica en la misma posición del macho: en su mezquindad, en su complejo de
superioridad, en su prepotencia y, por tanto, en su misma ignorancia y pobreza
espiritual.
Así las cosas, para acceder a una sociedad más perfecta e
iguaitaria, es necesario que no se pierdan las dimensiones reales del
movimiento feminista, de otra manera sus grandes conquistas históricas se verán
rebasadas y engullidas por la vorágine de la soberbia, y toda su labor habrá
sido vana, transformándolo en algo nefando.
Asimismo, los varones debemos entender y aprender que las mujeres no
son personas a las que se debe tener ciertas consideraciones o brindar atención
sólo algunas veces al año, con motivo del 14 defebrero, el 8 de marzo o del 10
de mayo, sino que, al igual que nosotros, son seres humanos de tiempo completo
cuyas necesidades y expectativas de desarrollo no distan mucho de las nuestras.
Con seguridad habrá quienes resalten el hecho de que las mujeres
reafirman tácitamente la existencia del machismo, ya que siendo mayoría
legitiman esta suerte de herencia ¿cultural?, al no tomar cartas en el asunto,
y quizás tengan razón, aunque ello no obsta para que se perpetúe el
empecinamiento en el error de la desigualdad.
Por lo antes expuesto, considero que, más que una conquista de la
población femenina, el que existan celebraciones como el Día Internacional de
la Mujer, u organismos como el Fondo de Naciones Unidas pra las Mujeres
(UNIFEM), o agrupaciones para el desarrollo de las mujeres campesinas, entre
otras lindezas sexistas de esta naturaleza, no son elementos representativos de
los logros que ellas han alcanzado, sino parte de la sintomatología del estado
de descomposición social en que estamos sumergidos, ¿o es que acaso las mujeres
no son seres humanos y ciudadanas para que deban tener un trato especial sólo
de vez en cuando o bajo ciertas condiciones artificialmente creadas? ¿Acaso el
resto de los organismos internacionales y nacionales son misóginos o se rigen
por normas que excluyen de sus radios de acción al sexo femenino? ¿No se trata
de una afrenta antidemocrática a todas luces, y no de una deferencia, el que
deba existir una división de lo que es de y para ellas así como para nosotros,
donde no es necesaria?
Es mejor que las feministas comiencen a reconocer sus derechos como
personas antes que como mujeres, para dar fin a esta pugna ideológica donde,
sin darse cuenta, están siendo seducidas por el corazón en detrimento del
intelecto, pues al creer conquistar algo están recibiendo sólo un placebo.
*Este artículo fue publicado originalmente en el suplemento cultural El Gallo Ilustrado, del periódico El Día, el domingo 13 de julio de 1997.
Qué increíble, Salvatore, es un artículo que escribiste hace casi 16 años y continúa vigente. Me parece loable tu análisis sobre el movimiento feminista, porque prevalece mucha desinformación al respecto. En lo que respecta a tu reflexión sobre los organismos dedicados a las mujeres, opino que ojalá un día ya no sean necesarios porque nuestros derechos estén cubiertos y la cultura sea equitativa con mujeres y hombres, lo mismo pienso del Día Internacional de la Mujer, espero que ya no lo necesitemos.
ResponderBorrarMuchas gracias. Lo que me parece increíble es que las cosas avancen tan lentamente en materia de democracia y justicia social. De ahí la vigencia del artículo a más de tres lustros de haber sido publicado.
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