Yo no soy Ayotzinapa, ni 132, ni tengo
filiación política con ningún partido, ONG, A.C., S.C., ni nada por el estilo.
Soy un librepensador que se atiene a las consecuencias por ejercer el derecho y
el privilegio de pensar por cuenta propia y expresar sus ideas.
Ciertamente me indigna el hecho de que en una
nación donde debería privar el estado de derecho y garantizarse la seguridad de
todos y cada uno de sus habitantes, aún se cometan crímenes que queden impunes,
y me sumo al clamor generalizado de justicia. Fuera de eso, no meto las manos
al fuego por 43 personas a quienes jamás he visto en la vida y cuya trayectoria no conozco en lo más
mínimo, pues, vamos, ni siquiera me consta que hayan sido estudiantes, dado que
para mí ser estudiante es mucho más que estar matriculado en una institución
educativa. Así las cosas y con todo lo que ignoramos de estos presuntos
estudiantes, los victimizamos, convertimos en mártires, casi héroes futuros de
la educación, pues hasta el momento todo lo que he encontrado en medios de
comunicación y redes sociales (tal vez no me he acercado a las fuentes
correctas), los hace candidatos al premio al estudiante del año y, por qué no,
incluso a la canonización. Es decir como si no fueran humanos o hubieran
escapado del mundo feliz de Aldous Huxley.
No tengo intenciones de herir
susceptibilidades ni de entablar discusiones virtuales, sino únicamente de
sumarme a lo que todas aquellas personas hacen al inundar las redes sociales,
blogs, chats y demás foros públicos con fotos, consignas y demás publicaciones
respecto de lo ocurrido con los normalistas de Ayotzinapa: ejercer mi libertad
de expresión.
Desde mi perspectiva, tanto en el caso de
Ayotzinapa como en cualquier otro, tomar partido de manera radical sin contar
con toda la información necesaria para ello me parece algo muy peligroso, así
como hacer caso de la voz de terceros por el simple hecho de que son “líderes”
en algún ámbito de la sociedad, pues aun cuando sin duda entre ellos existen
personas sumamente valiosas y comprometidas con las más diversas causas
sociales, también pululan aquellas que sólo jalan agua para su molino o gustan simplemente
de brillar bajo los reflectores.
En ese sentido me pregunto: ¿Dónde está el
espíritu crítico de quienes se dan vuelo haciendo revolución virtual y convocando
a paros, movilizaciones y marchas? ¿Dónde la reflexión? ¿Dónde la
imparcialidad? ¿Dónde la información fidedigna? ¿A quién benefician estas
movilizaciones y paros?, porque me queda claro que no a quienes participan en
ellos ni a las llamadas “víctimas”, y de ser así, por favor pido que alguien me
explique con hechos y argumentos de peso.
Asimismo y, suponiendo sin conceder que en
efecto estas acciones ciudadanas sirvieran en verdad de algo, también me
pregunto: ¿Quién marchará o hará un paro nacional por los feminicidios de
Chihuahua y el Estado de México? ¿Por los gasolinazos? ¿Por el desempleo? ¿Por
los habitantes de la calle? ¿Por todos los muertos de las fosas a quienes nadie
extrañan y para los que nadie exije justicia? ¿Por los discriminados? ¿Por los
ejecutados de Tlatlaya? ¿Por las mujeres violadas y/o golpeadas? ¿Por el
castigo a los sacerdotes pederastas? ¿Dónde están las movilizaciones para
exigir mejores instalaciones y equipamientos adecuados para la enseñanza?
¿Dónde la organización social para evitar el incremento al transporte o los
productos de la canasta básica? ¿Cuándo tomaremos las instalaciones del IMSS o
del ISSSTE para exigir una buena atención? ¿Dónde está la comunidad artística
marchando y protestando por los recortes millonarios a la cultura? ¿Dónde los
miles de estudiantes exigiendo que el gobierno invierta más en el sector
educativo? ¿Dónde la marcha para pedir que se invierta más en mínimos de
bienestar social y menos en el combate al narcotráfico..? ¿Dónde están los
“estudiantes” que organizan los paros y las movilizaciones en las instituciones
educativas cuando se trata de luchar por cosas pequeñas donde no hay
reflectores ni medios de comunicación ni ganancia política? Me gustaría conocer
sus trayectorias como estudiantes, sus filiaciones políticas y sus expectativas
reales acerca de lo que hacen. Siéntase en libertad quien esto lee de agregar
todas las interrogantes que le vengan a la mente asociadas con la falta de
organización social.
Somos en muchos aspectos una sociedad de
borregos e hipócritas. Candiles de la calle y oscuridad de la casa; víctimas de nuestras propias acciones y
solapamientos, pues ya sea por complicidad o por omisión somos todos
responsables directos o indirectos de la corrupción, la indiferencia ante el
dolor ajeno, los abusos que cometen las autoridades y los excesos en los que
incurren los políticos; del machismo recalcitrante que aquí impera, de la
discriminación por raza, nacionalidad, creencias o preferencias sexuales… Sí, de
una u otra forma todos formamos parte de lo mismo que repudiamos y criticamos.
¿Quieres hacer algo bueno por este país y
cambiar la realidad actual por una donde no haya necesidad de realizar marchas,
paros y movilizaciones por ningún motivo? Educa bien a tus hijos para que sean
respetuosos. Practica la tolerancia. Dedícate a estudiar y a hacer tus tareas
en vez de procrastinar. Haz tu trabajo con profesionalismo. Lee más y ve menos
tele. Haz algo por alguien a diario. Utiliza tu criterio y deja de creer y
repetir lo que dicen otros que sí lo utilizan. Cede el asiento a alguien que lo
necesite en el transporte. Deja de
tirar basura en la calle. Critica pero también propón. Ayuda más en tu casa. Deja
de meterte en lo que no te importa y atiende y resuelve lo que sí. Deja de dar
“mordidas”. Se congruente en lo privado y en lo público… ¿Quieres justicia?
Comienza tú por ser justo en tus actividades diarias. Esa es una mejor manera
de cambiar el mundo.